EFEMÉRIDES: 11 DE FEBRERO "DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER Y LA NIÑA EN LA CIENCIA"

 


A pesar de vivir en sociedades llenas de prejuicios contra las mujeres, estas pioneras cambiaron el saber humano con sus investigaciones.

Las posibilidades para el desarrollo intelectual de las mujeres han sido escasas hasta tiempos recientes. Las leyes y la sociedad patriarcal así lo dictaban, por lo que hacerse un hueco en ciertos campos de conocimiento, reservado a los hombres, era toda una proeza. Logros científicos como los de Hipatia de Alejandría (s. IV) o Mae Jemison (todavía viva) son una auténtica anomalía de su tiempo. La mayoría no tuvieron acceso a una formación reglada o se vieron obligadas a realizar sus investigaciones a escondidas, pues incluso en ciertos casos tenían vetado el acceso a los laboratorios. Aun así, gracias a su tenacidad y perseverancia, consiguieron sortear los obstáculos que, por su género o condición racializada, el sistema patriarcal les fue poniendo en el camino.

El 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una fecha para recordar a todas esas mujeres que realizaron aportaciones esenciales en la historia de la investigación. Sus historias son inspiradoras, pues manifestaron la originalidad de su pensamiento, creativo e innovador, a pesar de las trabas. Y aunque parezca algo del pasado, según la ONU "la brecha de género en los sectores de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM) persiste desde hace años en todo el mundo. A pesar de que la participación de las mujeres en las carreras de grado superior ha aumentado enormemente, estas todavía se encuentran insuficientemente representadas en estos campos". Aquí este homenaje en forma de fotogalería para visibilizar este problema persistente a día de hoy.



Mae Jemison

Aunque parecía algo inalcanzable a mediados de siglo XX, de niña soñaba con ser astronauta. Con casi 36 años, Mae Jemison (1956) se convirtió en la primera mujer afroamericana en viajar al espacio. Dos décadas antes comenzó a estudiar en la Universidad de Stanford, donde obtuvo su diploma en Ingeniería Química y en Estudios Afroamericanos. Posteriormente se graduó en Medicina en la Universidad de Cornell. Pasó dos años, entre 1983 y 1985, como médica en los Cuerpos de Paz en Liberia y Sierra Leona. A su regreso a Estados Unidos, y tras pedir el ingreso en la agencia espacial, fue una de las quince seleccionadas entre las dos mil candidaturas. El 12 de septiembre de 1992 partió en su única misión espacial -un total de 190 horas-, en la que llevó a cabo experimentos sobre la ingravidez y la cinetosis en ella misma y en el resto de la tripulación. Meses después abandonó la NASA y fundó The Jemison Group con el objetivo de poner en marcha un sistema de telecomunicaciones basado en satélites y cuya misión era mejorar los cuidados médicos en países en desarrollo.​


Hipatia de Alejandría

Se trata de la primera mujer matemática y astrónoma de la historia cuya obra está documentada. 1.600 años después de su nacimiento -alrededor del año 370 d.C., en Alejandría- su aportación a la ciencia sigue siendo extraordinaria. Gracias a sus escritos han llegado hasta nuestros días tratados matemáticos de la antigüedad. Entre ellos destaca la edición de los ‘Elementos de la Geometría de Euclides’, pues es la que aún se emplea actualmente. También escribió sobre ‘La Aritmética’, de Diofanto -conocido como el padre del álgebra-, un ‘Canon de Astronomía’ o la revisión de ‘Las Tablas Astronómicas’, de Claudio Tolomeo, por citar algunos. Según el filósofo Sinesio de Cirene, mejoró el astrolabio (el instrumento que permite determinar la posición de las estrellas) e inventó un hidrómetro y un hidroscopio. Asimismo, se le atribuye la autoría de un densiómetro, un aerómetro y un aparato para la destilación del agua. Gran oradora, fue profesora de matemáticas tanto de estudiantes paganos como de cristianos. A pesar de su tolerancia, fue acusada de blasfema y anticristiana por el obispo Cirilo, lo que desembocó en su brutal asesinato a manos de una turba de gente.

Hildegard von Bingen

Conocida como la primera sexóloga de la historia, la alemana Hildegarda (1098-1179) sentó las bases para el estudio de la ginecología y la salud femenina. Además de naturalista y científica, se desempeñó como filósofa, sanadora, teóloga, poeta y compositora. Sobre esta última faceta, se dice que también fue precursora de la ópera. Desde niña confesó tener visiones místicas y a los 15 años se ordenó como monja bajo la regla benedictina. Con 38 años, una voz interna le reveló su designio: transmitir el conocimiento del mundo a través de la escritura. ‘Liber Scivias’ fue su primer libro, y en él recogía su propia visión cosmogónica, basada en la tradición griega. Más adelante, en su volumen ‘Physica (Liber Simplicis Medicinae)’ llevaba a cabo una descripción de los elementos del mundo natural -vegetal, animal y mineral- indicando propiedades útiles para el común de los mortales. Finalmente, en el libro ‘Causa et curae’ recopiló sus conocimientos sobre la menstruación y síntomas como la amenorrea, ofreciendo consejos sobre alimentación para disminuir el exceso de sangrado.

Trótula de Salerno

Hay quien duda de su existencia o piensa que, en realidad, se trataba de un hombre, pero Trótula (1110-1160), conocida como la primera ginecóloga de la historia, fue una mujer real que vivió en Salerno, donde se encontraba por aquel entonces la más famosa de las universidades del orbe conocido. En ella ejerció su magisterio sobre una materia que a los médicos de aquella época les estaba vedada: la atención de las mujeres en el parto. De su trabajo surgieron dos libros que marcaron la historia de la ciencia. ‘De passionibus mulierum ante in et post partum’, un libro ninguneado hasta comienzos del siglo XVI, cuando la imprenta le permitió hacerse más conocido y de este modo expandir los conocimientos estudiados sobre una nueva rama médica: la ginecología y obstetricia. También escribió un librito dedicado a la cosmética femenina, ‘De ornatu mulierum’, en el que aparecen consejos para realzar la belleza y procurar la higiene.

Mary Anning

Aunque la recordamos como “la madre de la paleontología” o “la buscadora de fósiles”, Mary Anning (1799-1847) no recibió en vida el reconocimiento que merecía. La suya, especialmente, es una historia de superación. Pobre y sin estudios, de niña acompañaba a su padre a recoger restos marinos que luego vendían a los turistas que visitaban su pueblo natal, al sur de Inglaterra. Cuando este murió, ella continuó con la búsqueda entre riscos afilados y acantilados inestables. A los 12 años encontró un cráneo que resultó ser el primer fósil completo de un ictiosaurio. A este le siguieron los dos primeros esqueletos de plesiosaurios y uno de pterosaurio, el primero fuera de Alemania, así como diversos fósiles de peces. A pesar de ello, por ser mujer, no se le permitió formar parte de la Sociedad Geológica de Londres. Fueron los científicos hombres los que escribieron artículos sobre sus hallazgos que luego publicaban, sin nombrarla, en revistas científicas. Todavía hoy la contribución de Anning a la comunidad científica no está suficientemente reconocida. Gracias a sus descubrimientos de los primeros restos de dinosaurios, se produjeron grandes cambios en las ideas sobre los orígenes de la Tierra.

Ada Lovelace

Considerada la primera programadora, Augusta Ada Byron (1815-1852), condesa de Lovelace, fue la primera persona en escribir un algoritmo apto para ser procesado. Lo hizo a partir de la Máquina Analítica, invento de Charles Babbage, capaz de realizar cualquier cálculo matemático. Además de explicar cómo se introduciría dicho algoritmo y las operaciones que debería realizar la máquina para calcularlos, descubrió que también se podrían procesar otros símbolos, como las notas musicales o las letras. En otras palabras, la “científica poetisa” -hija del poeta romántico Lord Byron, así se llamaba así misma-, imaginó algo que todavía no existía: el ordenador.

Marie Curie

Maria Salomea Sklodowska (1867-1934), nacida en Varsovia, fue la primera mujer en recibir un premio Nobel y la primera persona en recibir dos. Licenciada en Física y Matemáticas en la Sorbona, dedicó su tesis doctoral a profundizar en la radiación espontánea del uranio a partir de los trabajos previos llevados a cabo por el científico Henri Becquerel. Inició, junto a su marido Pierre Curie, investigaciones en torno a la radiactividad que les llevaron a descubrir el polonio y el radio. En 1911 recibió el Premio Nobel de Física, compartido con su esposo y Becquerel. En 1906 recibió una cátedra en la Sorbona, convirtiéndose así en la primera mujer de Francia en ocupar dicho puesto. En 1911 recibió el Premio Nobel de Química por sus avances en el estudio de la naturaleza y los compuestos del radio.

Henrietta Swan Leavitt

Pionera de la cosmología moderna, la astrónoma americana Henrietta Swan Leavitt (1868-1921) reveló el universo. Tras graduarse, trabajó en “el harén de Pickering” o “las computadoras”, un grupo de mujeres del Observatorio de Harvard liderado por Charles Pickering, cuya ambiciosa misión era la catalogación de cada estrella del firmamento. Fue un trabajo mecánico, infravalorado y mal pagado, pero allí descubrió 2.400 Cefeidas, estrellas variables que brillaban intermitentemente. A partir del hallazgo, estableció la relación entre su luminosidad y los periodos con los que cambiaban el brillo: cuanto más brillante era una estrella, más duraba su pulsación. La ley de Leavitt permitió calcular la distancia a la que se encuentran estrellas y galaxias del planeta Tierra, permitió determinar que el universo se estaba expandiendo y facilitó la comprensión de las escalas cósmicas. También desarrolló un patrón de medidas fotográficas y descubrió cuatro estrellas novas. Aunque su trabajo no fue reconocido en vida, en 1925 fue nominada a título póstumo para el Premio Nobel.

Lise Meitner

Descubrió, junto con Otto Hahn, la fisión nuclear. Sin embargo, la discriminación de género y la persecución racial jugaron en su contra y el Premio Nobel de 1944 reconoció solo el mérito de su compañero de laboratorio. Lise Meiter (1878 - 1968), sueca de origen autriaco, estudió física en Viena y en 1906 obtuvo su doctorado. Posteriormente se trasladó a Berlín, donde midió las longitudes de onda de los rayos gamma. Y lo hizo sin remuneración económica y en un sótano, pues no se permitía la entrada de mujeres en el laboratorio. En 1938, por la anexión de Austria con Alemania, las leyes antisemitas le llevaron a refugiarse en Estocolmo. Meitner y Hahn fueron capaces de fisionar el uranio, descubrimiento que allanó el camino para lograr la liberación de energía atómica, lo que sirvió como base para la construcción posterior de la bomba atómica. Un proyecto en el que la científica se negó a participar. A partir de ese momento, aunque recibió un total de cinco doctorados y varias condecoraciones, nunca más volvió a trabajar sobre la fisión y dedicó su energía al uso pacífico de la energía atómica.

Vera Rubin

La astrónoma norteamericana Vera Cooper Rubin (1928-2016) (la segunda por la izquierda en la imagen) encontró la primera evidencia de materia oscura. Doctorada en la Universidad de Georgetown en 1954 tras muchos sinsabores académicos, dedicó su tesis a esclarecer si las galaxias están distribuidas uniformemente en el Universo. Tras analizar el comportamiento de Andrómeda descubrió que su gran espiral tenía una rotación anómala. A partir de la observación de otros muchos objetos concluyó que esta característica era común a todas las galaxias espirales. De este modo infirió que, transgrediendo las leyes del movimiento de Newton, las estrellas situadas en los bordes se movían con la misma rapidez que las del centro. Se trataba de una materia -hoy sabemos que conforma el 84% del Universo- que no interactúa con la materia común. Tampoco emite luz y solo puede ser deducida a partir de los efectos gravitacionales que sus partículas invisibles generan sobre el movimiento de otras materias, tales como estrellas o galaxias. Los resultados obtenidos por Rubin establecieron la base del estudio a gran escala de la estructura del Universo.

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